domingo, 10 de octubre de 2021


 

“Para que a una mujer se le pueda llamar verdaderamente madre, es necesario que dé a su descendencia, una naturaleza semejante a la suya. Nuestra Señora no es llamada Madre de Dios en el sentido en que hubiese engendrado a la divinidad, y sí en el sentido en que engendró según la humanidad, a la divina persona del Verbo (es decir de Jesucristo)… Concilio de Éfeso en 431” 3.

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