"Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad". En un borriquillo viene, cabalgando victorioso por la verdad y la justicia. Se dirige hacia su Pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Humilde y pobre entra en la ciudad; manso y cercano. Él no grita, los que le reciben sí. Salen a su encuentro, lo aclaman como Rey y Mesías; pero lo suyo es el silencio, la sencillez y la entrega. Podemos correr también nosotros, primero a por nuestro ramo de olivo, después para arropar a este modesto Jesús con el más firme y limpio propósito de acompañarle hasta el final, hasta donde Él va a llegar para salvarnos.
Subamos con Él a esa montaña, desnudos como Él, para que pueda lavarnos con su sangre y vestirnos con su gracia. "Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor". Vencedor de la muerte y del mal, condúcenos a los que en ti creemos, esperamos y amamos a tu gloriosa resurrección. Convierte el madero de nuestro dolor en árbol de vida. Porque... no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor y cantar al triunfador de la muerte.
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