==UN MINÚTO CON MARÍA==
6 DE MARZO, 2025
«La Palabra debía escribirse aquí abajo en carne y sangre»
Entre todas las palabras dichas por el Padre en su Creación, hubo una bastante singular. Esto no podría ser tanto objeto de la inteligencia como de la intuición. No es el esplendor del sol divino, sino una sombra suave y afable. Una ligera nube blanca que, en su recorrido, suaviza la luz del sol, demasiado brillante para nuestros ojos.
Estaba en los planes de la Providencia que el Verbo se hiciera carne. Una palabra, la Palabra, tenía que ser escrita aquí abajo en carne y sangre, y esta Palabra necesitaba un fondo. Las armonías celestiales deseaban ardientemente, por amor a nosotros, transportar su concierto único bajo nuestras tiendas. Necesitaban un silencio que pudiera resonar. Aquel que debía guiar a la humanidad, dar sentido a los siglos pasados, iluminar y guiar en su estela los siglos venideros, debía aparecer en el escenario mundial. Pero Él necesitaba una pantalla inmaculada donde poder brillar.
El proyecto más grande que Dios-Amor pudiera imaginar tenía que trazarse en líneas majestuosas y divinas.
Toda la gama de virtudes debía encontrarse reunida en un corazón humano dispuesto a servirle. Esta admirable sombra, que lleva en sí al sol, le cede el paso y se encuentra en él; este lienzo inmaculado, este abismo insondable, que contiene la Palabra, Cristo, y en Él se pierde, luz en la Luz; este silencio sublime que ya no es silencioso porque en él cantan las armonías divinas de la Palabra; y que se convierte, en Él, en la nota entre todas las notas, el “la” del canto eterno que sube desde el Paraíso; este majestuoso y espléndido escenario como la naturaleza, donde se concentra la belleza difundida en profusión en el universo por el Creador; este universo reservado al Hijo de Dios, que se olvida de sí mismo, no teniendo otra parte ni otro interés que en Aquel que había de venir y que vino, en Aquel que había de realizar su obra y la realizó; este arco iris de virtudes que dice “paz” al mundo entero, habiendo dado al mundo la Paz; esta criatura, que la Trinidad, en su misterio insondable, inventó y nos dio: es María.
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