Cuando María Santísima presenció la muerte de su Hijo, no perdió la fe, no olvidó sus palabras y sus promesas; esperó su resurrección, que cambió la derrota en triunfo, las lágrimas en sonrrisas, el dolor en alegría, las tinieblas en luz.
No lo olvide el cristiano: el término final no son los brazos de la cruz, sino la gloria de la resurrección final.
Nada debe alentarse tanto en las pruebas como esta idea de luz.
==NUESTRA SEÑORA DE AMÉRICA, QUE VIVA TU DEVOCIÓN ARRAIGADA EN LO MÁS ÍNTIMO DE MI SER==
(San Juan Pablo ll)
Padre Nuestro. . .
Ave María. . .
Gloria. . .
(Padre Alfonso Milagro)
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