"Los cinco minutos de Maria"

"Los cinco minutos de Maria"
Textos tomados del Libro "Los cinco minutos de María" del Padre Alfonso Milagro.

jueves, 29 de junio de 2017




==UNA FIESTA MARIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO==

29 de Junio.

♡Nuestra Señora de Linares♡

El soberano llegó a Córdoba y examinó el arrabal que ya habían fortificado los cristianos, pero era necesario cercar el resto, para lo cual el rey fue por la margen izquierda del río, tomando la fortaleza de la Calahorra e impidiendo con ello que se recibieran en la ciudad alimentos y ayuda militar.

El emir árabe Aben Hud, que andaba por Ecija, intentó socorrer a sus vasallos, pero viendo que la situación era muy difícil, abandonó la población con intenciones de volver con un ejército más poderoso y reconquistarla, huyendo hasta Almería, donde fue asesinado por el emir de aquella población, al-Rumami, después de recriminarle su cobardía y el abandono de la ciudad y de los suyos.

Cuando los cordobeses conocieron que su rey los había dejado solos, con la ciudad cercada y sin medios de obtener alimentos ni armas, no tuvieron otro remedio que capitular. Pero don Fernando no lo consintió; les pidió que se marcharan sin condiciones y les dio permiso para salir en libertad, llevándose sólo lo que pudieran transportar sobre sus espaldas. Las condiciones fueron aceptadas, y el día 29 de junio de 1236, festividad de San Pedro y San Pablo, salieron de la ciudad, al mismo tiempo que un heraldo del rey castellano-leonés, por mandato real, subió al alminar de la gran mezquita y colocó sobre él el estandarte real y la cruz de Cristo.

El día 6 de julio Fernando III y su ejército entraron en Córdoba, dirigiéndose a la Mezquita, donde el obispo de Osma, don Juan, hizo la consagración del templo musulmán como catedral cristiana bajo la advocación de la Asunción de la Virgen y dándole el nombre de Santa María la Mayor.

La atalaya de la sierra

Esto es lo que nos cuentan las crónicas de la Reconquista de Córdoba. Pero a ello debemos añadir que en estas narraciones no se omite que Fernando III instaló su Real Sitio sobre una colina en la que había una atalaya que los árabes usaban para avisarse, de unas a otras, haciendo señales con humo blanco o negro, según los casos, y en la que el Santo Rey mandó colocar la imagen de una Virgen a la que el monarca profesaba una gran devoción y a la que todo su ejército llamaba la Virgen Conquistadora y Capitana.

El lugar elegido para capilla de esta imagen de Nuestra Señora fué delante de dicha atalaya, en un hueco que había en el muro, dejando detrás el testero superior de la torre, que formaba un arco, en dónde se puso a la Madre del Salvador, implorándole la intercesión ante su Divino Hijo para obtener la victoria en los combates que precedieran a la reconquista de la ciudad; también ordenó el Rey a los prelados y sacerdotes que acompañaban a las tropas que ofrecieran diariamente el santo sacrificio de la misa.

La imagen

La devoción del pueblo de Córdoba por la Virgen de Linares es sin duda una de las más antiguas de las conocidas en ciudades y pueblos reconquistados por los reyes cristianos, si bien no es la única imagen que un monarca castellano depositara en alguna ermita o capilla, a veces en altares improvisados y, en ocasiones, hasta desconociéndose el origen y nombre de las mismas.

Ejemplo de ello lo tenemos en la Virgen de Zocueca, patrona de Bailen (Jaén), de la que se ignora su procedencia y el origen de su nombre, y que, como la de Linares, tiene al Niño en su brazo derecho.

La Virgen de la Coronada, patrona de Alcalá la Real (Jaén), que fue depositada por el monarca Alfonso XI el Justiciero en una ermita levantada para ella frente al castillo de Aben Zaide, antes de la conquista de la población. O Nuestra Señora de los Reyes, patrona de Sevilla, ofrecida por San Fernando a aquella ciudad después de conquistada, y otras muchas a lo largo de la geografía andaluza.

La Virgen de Linares, conocida ya desde tiempos pretéritos como Conquistadora y Capitana, y a veces como "invencible generala", está muy ligada al pueblo de Córdoba desde que Fernando III la depositara en aquella atalaya agarena del bello paraje escogido por el rey castellano-leonés para su Real Sitio, y a través de los siglos, para Ella se organizaron solemnes actos de extraordinaria emotividad, que fueron para la ciudad y los cordobeses ayuda, aliento y amparo.

Existe la creencia de que el nombre por el cual se conocía a esta imagen, Nuestra Señora de Linares, era, tal vez, por haber sido recogida por el rey en algún pueblo de este nombre, o bien, por llevar el apellido Linares el sacerdote o capellán a quien se encargó de su custodia, nombre que ya se utilizó hasta nuestros días. Pero en una cita del tomo tercero de la Palestra Sagrada de Sánchez de Feria, se dice que "quando el glorioso Conquistador de Córdoba, el ínclito San Fernando, vino con su Exercito a la toma de Córdoba, hizo alto en este sitio, donde había y hoy permanece, una fuerte Atalaya. Aquí, en un altar portátil, dixo Misa un sacerdote natural de Linares de Baeza, que en su compañía traía esta imagen que colocó en el altar, siendo el culto preparativo a una gloriosa, como ardua conquista".

Estudios más recientes, llevados apuntan que "Linares" tal vez sea una castellanización del nombre árabe de estas atalayas llamadas tali'a as'ala al-narum, cuyo significado en castellano es "atalaya donde se enciende el fuego", o bien, simplemente al-narum, "donde se hace fuego", del cual derivaría Linares, como sucedió con otros muchos nombres árabes al castellanizarse, tales como al-Marlya, Almería; al-Yussana, Baena; as-Suja\ra, Zuheros, y un largo etcétera.

La imagen de la Virgen de Linares es una talla en madera que lleva un niño en su brazo derecho. Su actitud es majestuosa y su fisonomía acusa una gran expresión mística, tanto en la Virgen como en el bellísimo Niño que descansa sobre el seno de la madre. Su mirada es tierna y la sonrisa, de una dulzura extraordinaria.

El padre Juan Bautista Moga, de la Compañía de Jesús, en una visita que efectuó al santuario en 1881, al contemplar la imagen de Nuestra Señora tuvo la curiosidad de levantar la falda con la que entonces se cubría, observando la media luna que ésta tenía a sus pies, quedando así convencido de que la Virgen de Linares estaba representada en el misterio de su Concepción inmaculada.

Al dar cuenta de este hecho, dice Redel: "El docto jesuíta padre Moga, tan entusiasta y devoto de este misterio, apresuróse a dar cuenta de su descubrimiento al gobernador eclesiástico don Camilo de Palau, en vista de que se hallaba ausente el obispo, que era a la sazón el insigne filósofo fray Ceferino González. El señor Palau, muy competente en arqueología, cuya asignatura explicaba en el Seminario, dispuso, accediendo a los deseos del padre Moga, que, bajo su presidencia, reconociera la efigie una comisión facultativa, compuesta del mismo ilustrado jesuíta y del elocuente magistral don Manuel González Francés, entre otros capitulares y sacerdotes; del sabio individuo de la Comisión de Monumentos don Francisco de Borja Pavón; del notable arqueólogo y pintor don Rafael Romero Barros; del delicado poeta perteneciente al cuerpo de archiveros, bibliotecarios y anticuarios, don Julio Eguilaz Bengoechea; del aparejador de obras de la Catedral don Rafael Aguilar; del carpintero don José Casvas Heredia, y, del acreditado fotógrafo don José de Hoces..."

En otro párrafo, transcribe Redel los cinco primeros puntos del acta que se levantó después del reconocimiento efectuado por los maestros carpinteros llevados al santuario con esta finalidad :

"Primero: que la altura de la imagen es de 94 centímetros y la peana de 8 y 1/2, con un diámetro de 25.

"Segundo: que imagen y peana forman una pieza, de buena madera de peral, excepto las dos extremidades salientes por los dos lados de la media luna que está a los pies, las cuales son de pino de Segura muy bueno y puesto al hilo para su mayor robustez y consistencia". Acerca de este pormenor añadieron los peritos que de esta misma madera de pino de Segura "son dos remiendos de la peana" y que "ambos remiendos y el de la media luna, según su labrado, color y dureza, son posteriores a la escultura".

"Tercero: que la imagen está hueca por dentro.

"Cuarto: que aunque labrada la media luna de una madera distinta de la restante de la estatua, no es un simple apegamiento de época posterior, sino que forma con ella un todo, pues de otra suerte no pudiera explicarse la disposición y caída de los pliegues que contornean en parte dicho emblema.

"Y quinto: que la madera de la imagen presenta señales de muy remota antigüedad".

Por otra parte, de las manifestaciones que hicieron los componentes de la comisión técnica, después de un prolongado reconocimiento, sólo vamos a dar un resumen, que el propio Redel señala de la siguiente manera:

"El Reverendo Padre Moga hizo resumen concreto de todos los pareceres, sustentando las tres conclusiones que a continuación se expresan. Primera: que aquella misma imagen era, por lo menos, del siglo XIII, igual que los emblemas que le son anexos, fundado en el reconocimiento, en la tradición oral y en la escrita. Segunda: que los atributos representan, sin género de duda, el misterio de la Concepción de María. Y tercera: que de esta demostración se deduce que esta escultura es la Concepción más antigua de las conocidas y auténticas, existentes en todo el mundo católico, por ser anterior (dos siglos y medio) a las más antiguas, que no pasan de mediados del siglo XV".

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