==CON MARÍA........EL VIERNES SANTO==
"¿A dónde vas, hijo? ¿Por qué recorres tan rápidamente el camino de tu vida?
Nunca habría pensado, hijo mío, que te vería en este estado,
y nunca habría podido imaginar que llegarían a este grado de locura los impíos,
poniéndote las manos encima contra toda justicia".
¿Se celebran tal vez otras bodas en Caná, y ahora te apresuras, donde cambiaste el agua en vino? ¿Puedo acompañarte, Hijo? ¿O mejor, esperarte? Dime una palabra, Verbo, no pasar frente a mí en silencio, ¡tú que me has conservado pura, Hijo y Dios mío! Pensé que jamás te vería reducido en este estado, Hijo, ni jamás creería que los impíos se hubiesen dejado llevar con tanta ferocidad, que te habrían puesto las manos en ti injustamente.
En efecto, sus pequeños siguen gritando: ¡Hosanna al hijo de David! Bendito el que viene en el
nombre del Señor!, y el camino está todavía llena de palmas, atestiguan a todos las aclamaciones
que los impíos te dirigían entonces.
¿Y ahora, cual es motivo de tanto mal? Yo quiero saber porque mi luz se apaga, y ¡porque se clava
a una cruz el Hijo y Dios mío! Caminas, Hijo mío, hacia una injusta muerte, y nadie se duele
contigo. No te acompaña Pedro, que también te decía: Aunque tuviera que morir contigo, no te
negaría; te ha abandonado aquel Tomás, que exclamaba: ¡Vamos también nosotros a morir con él!,
y así los demás, familiares e hijos, destinados a juzgar las doce tribus de Israel. ¿Dónde están, en
esta hora? ¡De todos, nadie! Tu solamente mueres por todos, Hijo mío, tú solo. ¿Es ésta la merced
tuya por haber salvado a todos, por haber amado a todos, Hijo y Dios mío.
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"¿Por qué lloras, Madre mía? ¿Por qué te dejas llevar por tanta locura junto con las demás
mujeres? ¿Qué yo no pueda soportar el sufrimiento, que no pueda encontrar la muerte? (...). ¿No
debería padecer? ¿No debería morir? Entonces, ¿cómo podría salvar a Adán?". ¿Qué yo no pueda
vivir en un sepulcro? ¿Pero ahora podré traer a la vida los que están en el Hades? Es verdad, tu lo
sabes también, he sido crucificado injustamente. Pero ¿por qué lloras, Madre? Grita más bien así:
«De su voluntad sufre el Hijo y Dios mío». "Depón, por tanto, Madre; depón tu dolor: no está bien
que gimas, pues fuiste llamada «llena de gracia». No abandonar un semejante título a los gemidos.
No te hagas semejante a las mujeres sin inteligencia, Virgen sapientísima.
Tú estás al centro de la sala de mis bodas, no asumir la actitud de quien se quedó afuera, el alma mustia. Llama aquellos que están en la sala: ellos son siervos tuyos. Llegará cada uno, temblando, y te escuchará, oh Santa, cuando dirás: «¿Dónde está el Hijo y Dios mío?». No hagas parecer amargo el día de la pasión, porque en ellos yo, el Suave, he bajado del cielo como el maná: no como una vez en el Monte Sinaí, sino en tu seno.
Dentro de ello he sido coagulado, como David profetizaba: el «monte coagulado», compréndelo, oh
Santa, soy yo, el Verbo que en ti se ha hecho carne. En esta carne yo sufro, en ella, también, yo
obro la salvación. No llores pues, Madre, grita más bien así: «De su voluntad soporta la pasión el
Hijo y Dios mío». (…) Todavía un poco de paciencia, Madre, y verás cómo me desnudaré, y como
un médico llegaré a donde ellos yacen e inspeccionaré sus heridas, cortando con la lanza las
tumefacciones y las durezas. Tomaré también el vinagre, y lo versaré en las llagas para cicatrizarlas;
y después de haber explorado el absceso haciendo sonda con los clavos, haré de mi túnica una
venda. De la Cruz haré la bolsa del médico, me serviré, Madre, para que tu puedas cantar,
convencida: «¡Con el sufrir, destruye el sufrir, el Hijo y Dios mío!»
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