==UN MINÚTO CON MARÍA==
2 DE ABRIL, 2023
«Era mariano con toda el alma y de todo corazón»
La Virgen María marcó la vida de san Juan Pablo II, desde su infancia hasta el final de su pontificado. El santo Papa hizo de Totus Tuus, su lema: una devoción a María inscrita en su escudo de armas papal. Desde una infancia marcada por las peregrinaciones marianas hasta su último viaje apostólico a Lourdes en 2004, la figura de la Virgen fue el hilo conductor del pontificado y de su vida.
He aquí una mirada retrospectiva a este vínculo tan especial que nos ofrece el obispo Henryk Hoser, visitador apostólico de carácter especial para la parroquia de Medjugorje, arzobispo emérito de la diócesis de Varsovia-Praga, que conoció bien a Juan Pablo II.
¿Cómo marcó la piedad mariana la infancia y educación de Juan Pablo II?
«Juan Pablo II creció en un ambiente familiar y social muy marcado por la piedad mariana. No olvidemos que esta piedad fue cultivada por su familia, especialmente por su padre, habiendo muerto su madre cuando el futuro papa era todavía un niño pequeño. Con su padre hizo muchas peregrinaciones al gran santuario mariano dirigido por franciscanos, situado al lado de la ciudad de Wadowice, y también al santuario nacional de Polonia, en Jasna Góra, Częstochowa. Juan&nbp;Pablo II descubrió allí este rostro de la Virgen Negra de la Madre de Dios. Más tarde, siendo sacerdote o papa, volvió a menudo a contemplar el rostro de la Virgen María en Jasna Gora. Finalmente, toda su vida, en cierto sentido, la vivió siguiendo las huellas de María.
De joven, Juan Pablo II trabajó en la fábrica polaca de Solvay y siempre llevó consigo el Tratado sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen de san Luis María Grignion de Montfort. Estaba imbuido de esa espiritualidad. El Papa era mariano hasta la médula, era mariano con toda el alma y de todo corazón. Expresó esta profunda fe mariana en la mayoría de los documentos que publicó.
Recuérdese que el joven Karol Wojtyla, que se convirtió en Papa el 16 de octubre de 1978 con el nombre de Juan Pablo II, vio a menudo a su padre arrodillado ante la imagen de la Virgen. Fue algo muy natural. Esta piedad mariana siempre estuvo presente en la familia. Vivía justo al lado de la iglesia, participaba en las devociones marianas de mayo e, incluso después de convertirse en Papa, siempre fue fiel al rezo diario del Rosario».
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