==UNA FIESTA MARIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO==
17 de Noviembre.
♡Nuestra Señora de Sión- Reina de los Judíos♡
Nuestra Señora de Sión es una congregación que tiene como objetivo dar testimonio en la Iglesia y en el mundo, de la fidelidad de Dios a su amor por el pueblo judío, para apresurar el cumplimiento de las promesas concernientes a judíos y gentiles.
La Congregación de Nuestra Señora de Sión, fue fundada en 1843 por el padre Teodoro Ratisbone. Hoy está presente en 24 países en los cinco continentes…
“Nuestra vocación se caracteriza por el lugar central que se le da a la palabra de Dios en nuestras vidas. Estamos llamadas a guardar la palabra de Dios en nuestros corazones, a meditarla, a estudiarla, a compartirla, a vivirla.” (Const. 6).
Su vida apostólica está caracterizada por un triple compromiso:
- Con la Iglesia
- Con el pueblo judío
- Con el mundo, para que llegue a ser un mundo de paz, de justicia y de amor.
Sus actividades apostólicas son diversas en el mundo: docencia, catequesis, cursos bíblicos, cursos de hebreo, servicios de información y de documentación, publicaciones, emisiones de radio, acción social, etc.
ORIGEN DE LA CONGREGACIÓN
Teodoro Ratisbonne nació en 1802, en Estrasburgo, de una familia judía de origen alemán en proceso de asimilación. Desde su adolescencia se siente apasionado por la verdad y la busca. Comienza a percibirla cerca de joven filósofo Luis Bautain y de una mujer maravillosa, Luisa Humann; los dos con una visión bíblica del mundo y de la historia. Teodoro llega a la fe atraído por la Palabra de Dios y descubre a Jesucristo, a quien hace el centro de su vida. En Él, Teodoro descubre la continuidad de los dos testamentos y presiente que «Dios es amor». Estas tres palabras harán la unidad de su vida, desde su bautismo, 1827 hasta su muerte, 10 de enero 1884.
Es ordenado sacerdote en 1830 y quiere consagrar su vida a la salvación de sus hermanos judíos, pues lo impresionan grandemente los pasajes de la Escritura que se relacionan con su destino. Su inspiración fundamental la saca del amor que Jesús tiene por los judíos, pero no llega a ver ningún medio concreto de responder a esta «invencible atracción».
El 20 de enero de 1842, en Roma, su hermano menor recibe de pronto, por medio de María, la gracia de la fe cristiana. A la luz de la Palabra, Teodoro descifra la significación del signo recibido y, estimulado por su hermano, toma conciencia de que ha llegado el momento de responder al llamado recibido: dar testimonio en la Iglesia del amor de Dios por el Pueblo judío y «apresurar el cumplimiento de las promesas», relacionadas con el destino del pueblo judío.
Funda entonces una obra, acorde al pensamiento de la Iglesia de esa época: en París, bajo su dirección, Sophie Stouhlen y sus compañeras emprenden la educación de niñas judías, confiadas a ellas por sus mismas familias. Muy pronto estas mujeres piden comprometerse en la vida religiosa.
El Padre Teodoro desea ante todo que la naciente comunidad no «tenga más que un corazón y una sola alma», a ejemplo de la comunidad primitiva de Jerusalén y que la caridad sea su signo distintivo, que se alimente intensamente de la Palabra de Dios y saque de ahí una firme esperanza en la realización de las promesas.
Su fe en la Palabra engendra su fe en la Eucaristía que ama de una manera especial. Esta misma fe ilumina su contemplación de la Madre de Jesús: desde la Anunciación hasta el Calvario ella creyó en la fidelidad de Dios a sus promesas, porque «guardaba su Palabra». La Congregación le debe su nacimiento y por esto se llama Nuestra Señora de Sión. Este amor por la Palabra da vida también a su amor por la Iglesia, que nació de la Palabra y tiene la misión de la Palabra.
Para llevar esta Palabra a todos, se destaca la vida apostólica. De las 20 fundaciones realizadas mientras él vivió, siete fueron en países de dominación turca, tres en Inglaterra, tres en Rumanía, siete en países católicos, de las cuales una en Costa Rica, primera en el Nuevo Mundo. En general, en cada fundación las hermanas establecen un colegio y una escuela pobre. Las fundaciones en Tierra Santa son como el corazón de la Congregación.
Alfonso Ratisbonne es el pionero. Llamado ahora «Padre Marie», íntimo colaborador de su hermano, a menudo su inspirador, él hace que Sión arraigue en Jerusalén, a pesar de dificultades innumerables. Compra las ruinas de Ecce Homo, para construir un santuario expiatorio. Su atracción por los pobres lo lleva a abrir dos orfelinatos en Jerusalén y en Ein Karem, dos dispensarios gratuitos y una escuela de artes y oficios: «Hay que ensanchar el corazón y no hacer distinción entre latino y griego, entre mahometano y judío, sino abrazar a todos en un mismo amor».
Para «cooperar con el cumplimiento de las promesas» que tienen relación con el pueblo judío, el P. Teodoro, según las perspectivas teológicas de su tiempo, no vislumbra más que un solo medio práctico: las conversiones. Para conseguirlas, pide a las hermanas «ofrecer por el pueblo de Israel sus oraciones, sus trabajos, sus sacrificios», evitando todo proselitismo: “Permanezcan firmes en su fe, sin pretender imponerla a los demás”, dice a las alumnas católicas.
Después de la muerte del fundador en 1884, las hermanas siguen viviendo de sus directivas e inspiración.
Entre la Segunda Guerra Mundial y el Concilio Vaticano II, dos movimientos de la Iglesia vinieron a iluminar la vocación de Sión: el movimiento bíblico abre a un mejor conocimiento del pueblo de la Biblia y de la acción de Dios en la historia, lo que le da una nueva forma a la catequesis y toda la acción educativa de las hermanas; el movimiento ecuménico enseña a admirar y a respetar la acción del Señor en todos los creyentes no católicos.
Al mismos tiempo, la reflexión sobre el genocidio y sus causas, hace tomar conciencia del antisemitismo latente en la mayoría de los cristianos. Las hermanas se dan cuenta también que la mayor parte de ellas no saben mucho del pueblo por el cual oran y que desean ahora dar a conocer y hacer apreciar.
De esta manera se desarrollan poco a poco en la Congregación, la formación bíblica, la actitud ecuménica, el conocimiento del judaísmo y la reflexión sobre el misterio de Israel. El Concilio Vaticano II confirma y estimula este caminar: en la Declaración Nostra Aetate, recuerda el lazo que une la Iglesia y el pueblo judío y recomienda hacia el pueblo judío, respeto y estima. «Esta Declaración es un programa para ustedes, Hermanas de Nuestra Señora de Sión», afirma el Cardenal Bea, promotor de la Declaración. Desde entonces, muchos documentos han seguido, a través de los cuales la Iglesia ha querido iluminar los caminos del encuentro judío-cristiano, al mismo tiempo que aparece más claramente el lazo entre este encuentro y el acontecimiento de un mundo reconciliado en la libertad, la justicia y la paz.
Esta visión renovada de la inspiración del Fundador se vive, gracias a la evolución de la vida religiosa, en forma de presencia y de acción más variadas que antes: a través de una enseñanza, una información y una documentación apropiadas y por medio de sus compromisos en la pastoral, la educación, la promoción humana, la acogida, los servicios sociales y de salud, las hermanas tratan de dar a conocer y hacer que lo cristianos aprecien la tradición judía y los judíos, la identidad cristiana, promoviendo, donde estén, un mundo más humano, según las promesas bíblicas.
En este caminar de Sión, se manifiesta la acción del Espíritu Santo, fuente de alegría y de confianza.
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