El recuerdo de la madre siempre es tranquilizador, pero cuando esta Madre es Maria, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la alegría penetra a nuestra vida. Piensa, pues, con frecuencia en María, tenla presente en todos los momentos de tu vida, invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos. ==SI VAS CON ELLA, NO PERDERÁS EL RUMBO==
"Los cinco minutos de Maria"
jueves, 30 de julio de 2020
==DOGMAS MARIANOS, MATERNIDAD DIVINA==
#7
El Salvador nace de María Virgen
Padre Máximo Evia Ramírez
El nombre de Jesús
Muchos recordamos aquel catecismo con preguntas y respuestas –el mío fue el de Ripalda- en el que se preguntaba “¿Qué quiere decir Jesús?”, a lo que respondía brevemente: “Salvador”, aunque en realidad, el nombre de Jesús, en hebreo “Jeshua”, significa: “Dios Salva”.
San Lucas, en su Evangelio, en el último versículo del texto de hoy, nos indica que Jesús, según la costumbre, fue sometido al rito de la circuncisión mediante el cual se entraba a formar parte del pueblo elegido, recibiendo un nombre que expresaba la misión que el nuevo miembro habría adquirido en la Alianza. El nombre de Jesús, en efecto, indica que será el realizador de la salvación.
El hijo de Dios, pues, al entrar a este mundo por medio de María, asume su misión de redentor o salvador de la humanidad.
Jesús, Dios y hombre verdadero
Pero no se puede hablar de la humanidad de Jesús sin hacer referencia a María. Ella también tiene una misión en la historia de la salvación: es la Madre de Dios. Pero ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios. ¿Cómo puede ser María la madre de Dios, si Dios ya existía antes que ella naciera? En el diccionario encontramos que
“madre” es la mujer que engendra. Se dice que es madre del que ella engendró. Si aceptamos que María es Madre de Jesús y que Él es Dios, entonces María es Madre de Dios. No se debe confundir entre el tiempo y la eternidad. María obviamente no fue madre del Hijo eternamente. Ella comienza a ser Madre de Dios cuando el Hijo Eterno quiso entrar en el tiempo y hacerse hombre como nosotros mediante el misterio de la Encarnación.
El amor de una madre
Dios no necesitaba una madre, pero la quiso tener para acercarse a nosotros con infinito amor. Dios es el único que pudo escoger a su madre, y para consternación de algunos y gozo de otros escogió a la Santísima Virgen María, quien es y será para siempre la Madre de Dios. Para hacerse hombre quiso tener una madre y qué hermoso es repetir lo que decía San Estanislao: “La Madre de Dios es también madre mía”.
Nuestro compromiso
Durante estas fiestas navideñas, que celebramos con alegría, todos tenemos en nuestro corazón y en nuestra mente la imagen de la Santísima Virgen María con su niño Jesús. Esta imagen la vemos en todos los nacimientos y hasta en las postales navideñas que recibimos de nuestros familiares y amigos. El Evangelio nos relata que los primeros que adoraron al niño Jesús fueron los pastores. El Ángel les había dicho que no debían temer. Y es precisamente el mensaje que nos trae esta solemnidad que celebramos hoy. A través de la solemnidad de María Madre de Dios, la Iglesia nos dice que no debemos temer, que debemos prepararnos para el comienzo de este año nuevo pidiendo la ayuda del Señor y de Nuestra Madre Amantísima, la Santísima Virgen María. Debemos dirigirnos a ella, no solamente este día –aunque hoy es importante hacerlo porque comenzamos un nuevo año-, sino que siempre debemos pedirle con fe a María, la Madre de Dios, que nos ayude a vivir como personas renovadas, dispuestas, con su ayuda a identificarnos más con la Iglesia y sus mandatos, y de esta manera seguir más rectamente a Cristo.
Recordemos que la Iglesia nos dice que el mismo Cristo nos dio a María, como Madre de toda la Humanidad. Reconocemos que la Virgen es madre de Cristo y, por lo tanto, Madre de Dios. Pero también es madre de la Iglesia, porque la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Debido a esto, la misión de María es completamente inseparable de la misión que tiene la Iglesia, que es guardar y reavivar la memoria de Jesucristo, nuestro Señor.
Agradezcamos al Buen Dios el hermoso regalo que nos ha dado en su Madre, la Virgen María, haciéndola siempre parte de nuestra vida espiritual. Si recurrimos a Ella, no solamente nos ayudará a conseguir la paz, sino que además nos ayudará a alcanzar el Reino donde Ella está sentada junto a su Hijo, como Reina del Cielo y de la Tierra. En este primer día del Año Nuevo, hagamos el propósito de aceptar a María como nuestra Madre para que ella engendre a Cristo en nosotros.
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