==UN MINÚTO CON MARÍA==
12 DE FEBRERO, 2022
«Lo que respondo a mi Madre»
María Valtorta (1) relata estas palabras de Jesús con respecto a cuando se perdió en el Templo:
“Ves el dolor de María cuando grupos de hombres y mujeres se reúnen y Ella se da cuenta de que no estoy con José. Ella no se deja llevar por la desesperación y comienza a hacerle duros reproches a su marido. Todas las mujeres lo habrían hecho. (...) Pero su dolor reprimido es tan obvio, al ver el temblor que la invade, la palidez de su rostro, sus ojos dilatados y que se mueve en una escena de lágrimas y llanto. Ya no siente fatiga ni hambre. Abandona todo: la litera que le preparan, la comida que será distribuida. Vuelve sobre sus pasos. Es tarde y cae la noche. Poco importa. (...)
Luego, después de tres días que simbolizan los tres días de su futura angustia, María, agotada, entra al Templo, cruza patios y vestíbulos. Oye, más allá de una barrera de personas, una voz querida que dice: ‘Estas piedras se estremecerán...”. Intenta abrirse paso entre la multitud y lo logra después de mucho esfuerzo. Ahí está su hijo con los brazos abiertos, de pie, en medio de los doctores. María es la virgen prudente, pero esta vez el dolor la hace abandonar su recato. Es un huracán que despeja todos los obstáculos, corre hacia su Hijo, lo besa levantándolo de su asiento y lo pone en el suelo, exclamando:
‘¡Oh! ¿Por qué nos has hecho esto? Te hemos estado buscando durante tres días. Tu madre se está muriendo de pena, hijo mío. Tu padre se cae de cansancio ¿Por qué, Jesús?’.
‘A los elegidos no se les pregunta ‘por qué’, dejan todo para seguir la voz de Dios. Yo era la sabiduría y era consciente de ello. Fui llamado a una misión y la cumplía. Por encima del padre y la madre de la tierra, está Dios, el Padre divino. Sus intereses están por encima de los nuestros; sus afectos están por encima de todo lo demás’. Así le respondí a mi madre.
Terminé de enseñar a los doctores enseñando a María, reina de los doctores. Y ella nunca lo olvidó. La luz regresó a su corazón mientras me tomaba de la mano, humilde y obediente, pero mis palabras permanecieron en su corazón. Muchas alegrías y muchas tristezas y lágrimas se alternarán en su corazón durante los próximos veintiún años, pero ya no me preguntará: ‘¿Por qué, hijo mío, nos has hecho esto?’.
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