María amó a todos sin excepción y a todos les deseó el bien y el mayor bien que se puede desear: el amor de Dios.
Porque comparado con el amor de Dios, todo lo demás resulta insignificante, por valioso que se lo quiera suponer.
Y así María por todos oró, por todos sufrió, por todos entregó a su Hijo, para que a todos salvara y redimiera.
Esta universalidad del amor de María es fiel reflejo de lo que debe ser nuestro amor cristiano; el verdadero amor no es envidioso, no busca las cosas propias, sino que busca el bien de los demás.
El verdadero amor cristiano debe ser definido como la entrega de si mismo a los demás a imitación de María que se entregó a si misma y al que quería más que a si misma: su Hijo Jesús.
==MARÍA, QUE CON AMOR TE UNISTE A LA ENTREGA DE TU HIJO, AYÚDANOS A ENTREGARNOS EN EL SERVICIO A LOS HERMANOS ==
Padre Nuestro. . .
Ave María. . .
Gloria. . .
(Padre Alfonso Milagro)
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