12 espinas de la corona del Rey y convertirlas en rosas para la corona de la Reina…
DECIMOSEGUNDA ROSA Y ESPINA: NOSOTROS
¿Nosotros, que tantas veces hemos sido espina en la corona de Cristo? ¿Nosotros, que tantas veces hemos sido espada en el corazón de María? Sí, nosotros. Esa será nuestra vida, crecer en el deseo (deseo con obras) de que Nuestra Madre se pueda lucir, de ser quien complete ese ramo, esa corona. Bien sabemos que, a pesar de tantas cosas, nosotros hemos sido y somos el motivo de su vivir. Por eso tenemos derecho a formar parte de esa corona. Vienen muy bien aquí esos versos −y con ellos terminamos− de aquel gran pregonero con el que comenzamos a formar nuestra corona. Versos de amor anhelante:
Busqué flores para Ti,
triste y desesperanzado,
porque el jardín de mi voz,
Señora, estaba agotado.
Pero me postré a tus plantas,
y con los ojos clavados
en la gloria de Tus Ojos
de lágrimas arrasados,
sentí cómo se llenaba
de flores mi rosal blanco,
y grité como el que encuentra
lo inútilmente buscado,
y canté como el que canta
por el goce desbordado,
y de oración y alabanza
yo compuse un nuevo ramo,
para Ti, que eres la Reina
de los celestiales prados,
de los eternos jardines,
de los arriates altos,
de las riberas del cielo,
y de los surcos dorados.
Para Ti que eres la Reina
del puro amor entregado,
de los caminos sin sombra,
y de ese Valle Sagrado
que los ángeles vigilan
al resplandor de tu llanto.
Y ante tu altar Virgen mía,
yo me quedé musitando:
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