==UN MINÚTO CON MARÍA ==
17 DE MAYO, 2021
No tengan miedo de rezar, ¡recen con fe!
Solo una anécdota. Como joven capellán de una escuela secundaria, me encontré en una situación bastante delicada, durante un campamento de esquí al que acudí como capellán.
Tuve que llevar a tres chicas de secundaria al hospital de Ginebra una noche después de un accidente en las pistas de esquí. Después de ser atendidas, de vuelta a la estación de esquí, conducía un pequeño autobús. Las llantas no tenían cadenas para nieve (quisimos comprar unas en el camino desde París, pero en ninguna tienda tenían). Mientras conducía hacia el Paso de la Faucille, nos sorprendió una tormenta de nieve. Era imposible avanzar y regresar imposible: tratar de dar la vuelta era muy peligroso. Casi era medianoche. Pero ninguno de nosotros se angustió, pues el Señor no nos iba a desamparar. Estábamos seguros de ello.
El minibús se atascó, intenté un cambio de sentido nuevamente y funcionó. Nos encontrábamos en la llanura hacia Gex, pero sin saber adónde ir. Era indispensable que las tres chicas durmieran en un lugar protegido. Di la vuelta confiando en la Providencia y recé interiormente y con mucho fervor: “Santísima Virgen María, no acostumbro pedirte milagros, ¡pero esta noche necesito uno!". Al instante, escuché a una de las tres chicas gritar: "¡Un hotel Fórmule 1!”1. ¡Siempre están abiertos por la noche! Después de un par de intentos en otros hoteles, todos cerrados, llegamos al hotel Formule 1, donde encontramos una habitación. Solo quedaba una... ¡para tres personas!
Acción de gracias inmediata. Estaba tan impresionado y feliz, que estuve a punto de decirle a la Virgen María: "¡Tampoco era para tanto!”. Por mi parte, me fui a dormir al minibús, pues la prioridad era que las chicas durmieran abrigadas. Era una noche un poco fría, debo admitirlo. A las 6 de la mañana probé suerte: había una habitación disponible. Pude dormir dos horas. Retomamos el camino, esta vez con unas cadenas que nos permitieron cruzar el Paso de la Faucille, hasta la estación de esquí.
Testimonio.
Padre Henri de l’Eprevier, sacerdote de la diócesis de París.
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