"Los cinco minutos de Maria"

"Los cinco minutos de Maria"
Textos tomados del Libro "Los cinco minutos de María" del Padre Alfonso Milagro.

miércoles, 22 de enero de 2020



==LA OBEDIENCIA, EL MÁS BELLO TÍTULO DE GLORIA DE MARÍA==
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La obediencia de María en la Pasión
Pasaron los años, Jesús comenzó la vida pública. Dijo adiós a su madre y partió a conquistar las almas. María quedó sola, desolada, temerosa, pero siempre obediente y fiel.
Pero eso no basta. Un día Dios le dice: "Toma a tu hijo, a tu unigénito a quien tanto amas y ofrécemelo en holocausto" (Gen 22, 2). En las alturas sangrientas del Calvario se levantó la Cruz, el altar del sacrificio. Dios habló, es necesario que Jesús, el inocente Hijo de María, derrame su sangre por la redención del mundo. ¡Ah! ¿Oiremos subir esta vez del Corazón de María, de su Corazón de Madre, un grito de rebelión? No. María permanece de pie junto a la Cruz, y mientras Jesús gime con amargo llanto, Ella se calla, con el corazón traspasado por una espada de dolor y derrama en silencio lágrimas de sangre. Inclinando la cabeza, Jesús expira obedeciendo hasta la muerte de cruz, y al mismo tiempo María, obediente y resignada, inclina también su cabeza sobre su corazón quebrantado.
¡Oh heroica obediencia de nuestra Madre! ¡Qué ejemplo y qué lección disteis a los cristianos de todos los siglos!
María baja lentamente la meseta del Calvario, de su calvario, toda sumergida en el dolor, apoyándose en el brazo de san Juan que será de ahora en adelante su arrimo, porque Jesús ya no estaba más. Y lejos de ese Hijo tan amado, el corazón de la Virgen santa se consume en mortales dolores, pero siempre permanece resignada, siempre sumisa a la voluntad divina.
Y Dios le hablará nuevamente a María para darle a conocer su última voluntad: debe morir también. Ella es inocente y su Inmaculada Concepción la libró de esa deuda del pecado original que se paga con la muerte. María no reclama: oyendo la voz de Dios, obedece sin demora y la muerte le hace su visita. La Virgen Santa cierra los ojos y expira como su Divino Hijo, obediente hasta la muerte: "Obediens usque ad mortem" (Flp 2,8).

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