El recuerdo de la madre siempre es tranquilizador, pero cuando esta Madre es Maria, la paz inunda nuestra alma, la sonrisa aflora a nuestros labios, la alegría penetra a nuestra vida. Piensa, pues, con frecuencia en María, tenla presente en todos los momentos de tu vida, invócala sobre todo en los tramos más difíciles y comprometidos. ==SI VAS CON ELLA, NO PERDERÁS EL RUMBO==
"Los cinco minutos de Maria"
viernes, 14 de diciembre de 2018
==MARÍA EN LOS ESCRITOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA==
San Agustín - (354-430)
María y la Iglesia son virgenes para Cristo
El Hijo de Dios, que es a la vez Hijo del hombre, nuestro Señor Jesucristo, es invisible en su nacimiento divino, visible en su nacimiento humano, admirable en uno y otro. Por eso es difícil decir a cuál de estos dos nacimientos se refiere el profeta cuando dice: "¿Quién podrá narra su generación?" ¿Lo dice de aquélla en la que por su eterno nacimiento es coeterno con el Padre, o de ésta en la cual para nacer en el tiempo, se había creado una madre? ¿Quién podrá decir cómo la luz nació de la luz, formando sin embargo una sola y misma luz? ¿Cómo Dios puede nacer de Dios sin que se constituyan varios dioses? Y ¿quién podrá narrar la otra generación, en la que nace de una virgen que lo concibe en su seno sin que la carne tenga en ello parte alguna; en la que él llena, al nacer, el pecho que deberá amamantarlo, sin quitar la virginidad a su Madre? Por lo tanto, de cada uno de estos nacimientos, como también de ambos reunidos, podemos decir: "¿Quién podrá narrar su generación?"
Este es nuestro Dios, el mediador entre Dios y los hombres, nuestro Salvador hecho hombre. Como Hijo nacido del Padre, creó a su Madre; en cuanto que es dado a luz por su Madre, glorifica a su Padre. Es el Hijo único del Padre sin que ninguna mujer lo diera a luz; es el Hijo único de su Madre sin que ningún hombre haya tenido parte en su nacimiento. Es el Hijo de Santa María, el más hermoso de los hijos de los hombres, el Esposo de la santa Iglesia, a la que tornó semejante a su Madre, porque nos la dió por Madre y la coservó virgen para sí. La Iglesia une, pues, como María, una integridad perpetua a una inviolable fecundidad. El privilegio que María obtuvo en su carne, la Iglesia lo conserva en su alma, pero con esta diferencia: que María dio a luz a un solo Hijo, mientras que la Iglesia da a luz a muchos, que son reunidos en la unidad por el Hijo único de María.
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